sábado, 28 de septiembre de 2013

Parte 3 - El extraño


Las puertas de Rhyr se habían cerrado hacía poco y la gente se alejaba lentamente a sus hogares. Hoy había sido un día bastante tranquilo en las caudalosas calles de una de las ciudades más importantes en comercio de toda la comarca. 

Desde la casa en donde me encontraba encaramada, podía vislumbrar gran parte de la ciudad y los terrenos más cercanos a la muralla. Metí un salto y caí, sigilosa como un gato, en la calle. Me encaminé hacia la casa de Harum, pero cuando llegué a la ventana del piso superior, pude observar en la oscuridad, gracias a la visión infrarroja de los elfos, que en su lecho había un bulto a su lado. Sonreí pícaramente y pensé en la otra persona que podía quitarme el estrés del día. 


Sabía que él se encontraba en la ciudad, porque por todos lados corrían los rumores de que un hombre con un parche en el ojo había llegado a la ciudad. Los rumores se extendían deprisa dado que ese hombre estaba buen provisto de un físico musculoso, y sobre todo, se extendía entre mujeres, como es normal. Y yo sabía donde podía encontrarlo ya que siempre se alojaba en la misma taberna. Bajé de la ventana y me encaminé calle abajo hacia el puerto. Antes de llegar al amarradero giré a la derecha donde se encontraba la taberna. Cuando entré, encontré exactamente lo que sabía que iba a encontrar allí. 

La taberna era una taberna un tanto particular. En ella se hacían todo tipo de tratos que no eran aceptados (que eran ilegales en su mayoría), pero los soldados que se encontraban allí en esa sala habían venido para lo mismo que todos los presentes, y ya no estaban muy ebrios que digamos. Con un sólo vistazo a la sala, supe donde estaba la persona que venía buscando.


Él se encontraba en una de las zonas menos iluminadas de la sala, en la parte más alejada de la chimenea. Mientras me acercaba, pasé por al lado de una moza que trabajaba allí. Me saludó y le pedí que me trajera dos copas del mejor vino del que dispusiesen, cosa que le sorprendió, ya que yo iba sola y que era una de las pocas semielfas que había visto. Se fue hacia la barra a hablar con el dueño del local, que no me quitaba ojo. Cuando llegué a la mesa que era mi destino, él se hallaba inmerso en unas reflexiones lo bastantes profundas para no notar que alguien se había sentado en la silla enfrente de él en su misma mesa. Cuando me trajeron las copas de vino, cogí una de ellas. Le di un ligero sorbo y cuando estaba observando el bello color sangre del vino, comenté en voz alta:

-Un buen vino éste, de la cosecha del año pasado, sí señor. Una de las mejores hasta ahora.

El caballero, pegó un respingo y me miró, primero con asombro y después con una sonrisa en su cara:
-¡Hombre, Elensar! Cuánto tiempo. -me dijo inclinando levemente la cabeza como símbolo de respeto-, veo que sigues igual de bella, radiante y mortal que siempre. Ja ja ja -se rió socarronamente y yo con él.
-Pues sí, Mastir. Hacía ya mucho que no nos veíamos. Esto de los asesinatos me quita mucho tiempo libre, pero siempre tengo el suficiente para arreglarme lo justo -dicho esto le guiñé un ojo.
-Ja ja ja ja. Sí, tienes razón. Bueno, veo que esta copa, llena aún, no tiene dueño. Y debo suponer que es para mí -dijo esto mientras sonreía y tomó la copa.
-Pues sí, has dado en el clavo, esa copa te pertenece. Como al igual que otra cosa, pero este no es sitio para eso... -sonreí mientras le volvía a guiñar el ojo.
-Ja ja ja ja, tú siempre tan directa -y se bebió el vino de un trago.- Bueno, vamos a mi habitación y allí estaremos más tranquilos y sin cotillas mirando -dijo raudo dirigiéndose a las escaleras lentamente.
-Cierto... Muy cierto... -comenté yo mientras dejaba encima de la mesa una moneda de plata y varias de cobre por las copas de vino. Y me dirigí tras él por el hueco de las escaleras hacia el piso superior.


El dueño le dio un fuerte empujón a la moza de esa noche, y corrió a la mesa que acabábamos de abandonar para coger las monedas. Él sabia lo que significaba la moneda de plata, porque con eso tenía para las copas de vino y una comida para un rey, pero eso no era lo que quería decir. Él sabía que no querían que los molestaran y que querían prudencia y silencio. Conocía a esa semielfa porque de vez en cuando (muy de vez en cuando) se dejaba caer por la taberna para hacer algún que otro encargo. Cogió las monedas y las introdujo en el bolsillo de su mugriento delantal. La noche podría ser muy provechosa.


-¿Una concentración de comerciantes?- dijo Elensar realmente sorprendida por las palabras que oía de boca de Mastir.- ¿Y cuándo es esa concentración?
-Es pasado mañana, pero ¿para qué quieres saberlo? ¿Tienes algo que vender allí? -pregunto él extrañado.
-No, no... No tengo nada para vender, pero estoy buscando una cosa y necesito saber si puede estar allí... -dijo Elensar un tanto apurada.
-¿Se puede saber lo que es que tanto te tiene preocupada?
-Pues... -dijo ella con un guiño de ojo- ya lo verás si está allí.
-¿Es algo que tenga que ver con tu pasado? -preguntó él con curiosidad.

Ella lo miró con cara apesadumbrada y realmente entristecida.

Días después, cuando me encontraba en la tienda donde trabajaba a tiempo "parcial" entró un extraño, un extranjero que a todas luces no era de la ciudad...
En ese momento yo me hallaba en la parte trasera ordenando unos paquetes que nos habían llegado horas antes. Y lo escuché todo...

-Buenass tardesss, estoy buscando a una elfa con característicasss un tanto....peculiaresss. ¿Sabe usted dónde puedo encontrarla?-dijo el extraño ser con lengua bífida.
Sastian lo miró con la cara arrugada y el ceño fruncido, pensando en que el hombre-lagarto se estaba refiriendo a Elensar, con lo que el tendero le contestó.


-Lo siento señor, no sé de qué me está usted hablando. Es cierto que he oído rumores de una extraña elfa, pero ni por las barbas de Masht sabría yo decirte si tales rumores son ciertos o no. Lo siento mucho de nuevo, pero he de seguir con los quehaceres de la tienda. Si es tan amable... - terminó mi querido Sastian diciéndole al hombre-lagarto, dirigiendo la mirada hacia la puerta del establecimiento. Al salir, el hombre-lagarto susurró algo extraño en su lenguaje que no pude escuchar bien.


Cuando se hubo ido, Sastian se apresuró hacia la parte de la tienda donde yo me encontraba, y me preguntó si había escuchado lo que había dicho el hombre-lagarto.
-Sí, Sastian. Lo que no me explico es lo que quiere un hombre-lagarto de mí. Has hecho bien en no decirle que trabajo aquí. Muchas gracias- le di las gracias por haberme cubierto ante ese horrible ser.- ¿Sastian?
-¿Sí, querida?- contestó él tan amablemente conmigo como siempre- Creo... Creo que sé lo que me vas a pedir. Y la respuesta es sí. Para ir a Cirius, tienes que cruzar el río Shall y cabalgar toda la noche para llegar al último día. Así que venga, vete ya y buena suerte.


Yo lo único que podía hacer en ese momento era sonreírle y darle un abrazo. Cuando salía por la puerta, me llamó y me arrojó una bolsita de terciopelo con el símbolo de la tienda grabado. Cuando abrí la bolsita, vi que estaba repleta de monedas de oro. Lo miré con una sonrisa de oreja a oreja y me guiñó el ojo.


En media hora estaba partiendo rumbo a Cirius, a lomos de Escarcha, un caballo blanco como la nieve con una mancha negra en la frente.
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