sábado, 28 de mayo de 2011

Gramardhi (Prólogo - Parte 3)

Era cierto que no recordaba su nombre. ¿A qué otra cosa podía aferrarse si no era al nombre que le acababan de poner y que serviría como punto de partida de una identidad que él tendría que forjarse? ¿Quién era él antes de despertarse de ese sueño? ¿Tendría familia, amigos, pareja...? Un leve escalofrío le recorrió el cuerpo cuando se hizo esa última pregunta. 

A partir de ahora sería Nathaniel, y tendría que confiar en esas tres personas que no conocía de nada, y que parecían miembros de una secta, pues nadie en su sano juicio se haría llamar del modo en que se habían presentado. ¿Qué era lo último que había dicho el tipo de la cicatriz: los responsables de su vuelta a la vida y encarnaciones de un poder que él poseía? ¿Había estado muerto? ¿De qué clase de poder hablaba?
Las preguntas se acumulaban dentro de su cabeza y se sentó en el suelo para poner en orden sus ideas. Por lo pronto, parecía que esas personas le conocían lo suficiente como para interpretar correctamente lo que significaban sus gestos faciales, pero él no los recordaba. 

Creía que estaba en un estado de amnesia post-traumático y que por eso no conseguía aclarar sus pensamientos. Era posible que él también fuera miembro de esa secta en su vida anterior y que también estuviera tan tocado del ala como esos tres. ¿Qué papel desempeñaría? ¿La encarnación de la Muerte? Le parecía todo una broma de cámara oculta, pero pensó que lo mejor era seguirles el juego hasta que se encontrase mejor y pudiera recuperar como mínimo el habla. 

... 

¿Por qué no puedes hablar? No te preocupes, es algo normal... Forma parte del proceso dijo el llamado Dolor. 

... 

Lo mejor que puedes hacer ahora es descansar. Cuando despiertes te sentirás mucho mejor, hazme caso le recomiendó la Soledad. 

Nathaniel se levantó y se recostó en un árbol cercano. A continuación, cerró los ojos y trató de rendirse al sueño. Los pensamientos tenebrosos que le atormentan desaparecerían durante un rato si consiguiera dormirse. No confiaba en esas personas que le habían hablado de cosas sin sentido, pero no tenía más remedio que hacerles caso, pues se sentía solo en el mundo. 

Parecía que no había pasado mucho tiempo cuando Nathaniel abrió de nuevo los ojos. Para su sorpresa, descubrió que continuaba en aquel prado tan extraño y se mantuvo alerta por si volvía a aparecer alguno de aquellos personajes "sectarios". Al ver que no había nadie en los alrededores se levantó para estirar un poco las piernas dando un paseo. 

Sin embargo, apenas consiguió alejarse unos pasos del árbol cuando vio que en la orilla de un río que discurría cercano estaba sentada la apodada "Soledad". Nathaniel giró en redondo para evitar el contacto visual con ella, pero esta le vio y lo llamó invitándolo a aproximarse. El chico obedeció y se situó a su lado.

Me encanta la tranquilidad que se respira al lado de este río. ¿A ti no? 

… 

¿Por qué no intentas hablar? Es posible que tus cuerdas vocales ya funcionen correctamente. 

Nathaniel se quedó pensando y al final intentó hablar: 

¿Quiénes sois vosotros? la primera frase le costó un poco pronunciarla, pero tras eso pudo hablar con normalidad. No me lo digas, sois una secta que ha decidido ampliar su número de miembros y me habéis elegido a mí para que forme parte de vuestra locura. Por esa razón me habéis lavado el cerebro de alguna manera y me habéis traído a un lugar en medio de la nada para que no me pueda escapar y pedir ayuda. 

La Soledad miró a Nathaniel con un gesto burlón impreso en su cara: 

A pesar de no recordar nada de tu pasado, sigues conservando algo de tu “sentido del humor”. 

¿De qué me conoces? ¿Por qué no me cuentas la verdad y me dices qué hago aquí, o quién soy? –preguntó Nathaniel con tono de enfado. 

¿Nunca te han dicho que la paciencia es la madre de la ciencia? De momento no voy a decirte nada. Forma parte del “proceso”. 

¿Qué “proceso”? ¿Una especie de ritual para entrar en vuestra secta? Lo siento, pero no me interesa. En cuanto recupere un poco la memoria, me marcharé de aquí, así que no tratéis de darme nada raro para que continúe amnésico, porque no lo pienso aceptar. 

Ninguno de nosotros te está suministrando nada para que no recuperes la memoria. Recuperarás la memoria sólo si tú de verdad lo deseas. Eres tú quién decide le guiñó un ojo a Nathaniel. De todos modos, ¿a dónde piensas marcharte? ¿Acaso sabes dónde estás? 

No, estaba esperando a que tú me lo dijeras el chico miró a la Soledad. Por cierto, ¿cuál es tu verdadero nombre? Si tengo que permanecer aquí un tiempo, preferiría llamarte por tu nombre de pila y no por el que te hayas puesto como miembro de vuestra secta. 

Ni somos una secta ni te voy a decir dónde estás. Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo. En cuanto a mi nombre, estaría encantada de decírtelo, pero al igual que tú el recuerdo de mi verdadero nombre desapareció de mi cabeza. ¿Por qué no dejas de preocuparte durante unos instantes por tu identidad y disfrutas de la calma de lo que te rodea? la Soledad giró la cabeza en dirección al río y se quedó callada. 

Nathaniel decidió marcharse de allí, porque aquella extraña mujer no le daba respuestas y le hacía sentirse incómodo. Si no eran una secta, ¿por qué llevaban aquellos estrambóticos ropajes y se denominaban unos a otros con esos motes tan absurdos? ¿Era posible que viviera antes en algún centro psiquiátrico con esta gente y hubiesen escapado todos? Tal vez recordase algo al pasarse el efecto de los fármacos que ingiriese en dicho centro. 

Mientras caminaba por la orilla del río oyó unas voces y se escondió detrás de unos árboles para evitar ser visto. Las voces provenían de una conversación que el Dolor y la Destrucción estaban manteniendo. 

…creo que ha llegado el momento dijo el Dolor. Es preciso que esta misma noche tenga lugar el “proceso”. 

¿No te parece demasiado pronto? respondió la Destrucción. Lleva apenas un día despierto. 

No le podemos retener por más tiempo aquí en la Nada rebatió el Dolor. Esta noche tendrá algunas respuestas.
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